martes, 16 de noviembre de 2010

MiniRelato: El músico.


Paseaba por la calle absorto en mis pensamientos, cuando la música que emanaba de un callejón contiguo atrajo mi atención.

Un violinista improvisado, tocaba una pieza que no pude reconocer, sin embargo envolvió mi cuerpo como si de una capa de sonido se tratara. La música penetraba en mis oídos, resonando en mi cabeza, doblando mi consciencia. Pude ver como me elevaba por encima de mi cuerpo, dejando aquel callejón y la ciudad que lo rodeaba, abajo en la lejanía.

Imbuido con mi nuevo poder, decidí ponerme en marcha y volar por encima de la ciudad. El aire fluía alrededor de mi cuerpo y la velocidad comenzó a causarme vértigo.

Decidí visitar sitios jamás soñados y pasé horas curioseando por los rincones mas secretos con la nueva perspectiva que mi nueva condición me proporcionaba.

Después de vagar durante horas, decidí visitar el lugar donde nací, y sobrevolé por encima de mi antiguo barrio, deslumbrado por las luces de las farolas. Me introduje por una ventana abierta en la casa de mis padres, y recorrí la casa en busca del salón.

Allí bajo mis ojos, pude contemplar con estupor como mi padre yacía en el suelo con una mano en el pecho y la cara desencajada. Parecía que un infarto había acabado con precisión, con una vida dedicada al bienestar de los suyos.
Intenté tocarle pero fue en vano, mi cuerpo retrocedió el camino viajado, a una velocidad que me hizo perder la consciencia.

De repente allí estaba otra vez en el callejón, tirado en el suelo boca arriba intentando incorporarme, en el centro de un grupo de gente que se afanaba por ayudarme. Consternado, intenté llamar por el móvil a mi padre para averiguar si aquella pesadilla había sido real, pero después de esperar varios tonos, desistí.

Cogí un taxi y me dirigí a casa de mis padres con toda la prisa que pude comprar por un puñado de dinero. No tenía llaves y decidí llamar al timbre hasta que al final mi padre sobresaltado me abrió la puerta preguntándome que cual era la urgencia.

Pude respirar tranquilo y estuvimos un buen rato tomándonos café, riéndonos de aquel episodio absurdo que acababa de ocurrir. No tardé mucho en olvidar lo sucedido, los días pasaron con tranquilidad y rapidez.

Al cabo de unos días, recibí la llamada desesperanzada de mi madre.

2 comentarios:

  1. Lo que yo te diga... sin palabras. Tus relatos atrapan al lector desde el principio y nunca esperas el final.
    No me gustaría a mi tener sueños premonitorios así. Creo que ahora cada vez que vea a un violinista me voy a acordar de ti... y voy a correr mucho!
    Feicidades de nuevo!

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    1. Gracias, yo cada vez que vea una rosa azul me acordaré de ti y saldré corriendo... ups, no, no es lo mismo. ^^

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