viernes, 4 de mayo de 2012

El libro en el banco.

Levanté la mirada del libro y allí estaba ella. Una mujer mayor, de unos 70 años mas o menos, de pie frente al banco del parque donde yo leía, mirándome con atención.
Su mirada denotaba nostalgia y su sonrisa me indicaba que en su cabeza desperté algún sentimiento no buscado.
- Puedo hacer algo por usted ? -Dije mientras cerraba el libro con el dedo índice haciendo de marcador.
- Paco era como tú, cuando lo conocí. -Me dijo con voz suave, mientras tragaba saliva.
Dejé el libro en el banco y me levanté, para invitarla a sentarse a mi lado. La mujer apenas podía contener la emoción y me miraba con una mezcla de alegría y tristeza.
- Que le ocurrió a Paco ? -Pregunté, con la mayor delicadeza que pude.
- Hace años que me dejó, por culpa de una enfermedad. -Me dijo mientras observaba incrédula mis ojos.
- Puedo? - Me dijo mientras me puso una mano en la mejilla.
- Claro -le respondí mientras yo estrechaba su otra mano entre las mías.
- Él tenía la piel suave como tú, cuando era joven. -Me dijo mientras seguía acariciándome la mejilla.

Entonces me contó como habían vivido durante casi 50 años juntos. Cómo le acariciaba el pelo todas las noches hasta que se dormía, y cómo la besaba en los labios cada día al despertar. Años en los que jamás le dijo una palabra mas alta que otra. Años en los que nunca le faltó el respeto. Años en los que le enseñó lo que significaba la felicidad.

La tarde languidecía, y la mujer me contaba con una sonrisa en la cara y lágrimas en los ojos, como había sido su compañero hasta que la enfermedad se lo llevó, sin apenas tiempo para despedirse .

Sin mediar palabra la estreché entre mis brazos, y acari su cabeza apoyada en mi hombro. No recuerdo cuanto tiempo estuvimos así, pero la paz que sentíamos era compartida.

Le cogí la cara entre mis manos y besé suavemente sus arrugados labios. Ella cerró los ojos y se transportó a una época de donde jamás querría haberse movido.

Se hizo tarde y la acompañe a donde ella vivía. Me cogió las manos y me agradeció haberla hecho revivir aquellos momentos.

La dejé en su portal, y me fui a mi casa, con las manos frías, y el corazón caliente.