Labios que juraban amor,
ojos que reconocían la verdad,
brazos que abrazaban la razón,
caricias que acallaban mi pesar.
Noches en que arañabas mi piel,
distancia en que añorabas mis besos,
cercanía en la que dejaba de oir,
el latido cuando me acercaba a tu pecho.
Palabras como puñales hendías,
en un corazón que te amaba,
deshacían mi alma en pedazos,
que esparcías por la noche en tu cama.
No lamentaste mi marcha,
nunca lloraste mi ausencia,
jamás signifiqué para ti,
mas que el cariño que di,
y el dolor en mi presencia.